
Dicen que en México la muerte no es el final, sino una visita esperada. Una invitada que llega una vez al año, cuando las velas se encienden y el aroma de la flor de cempasúchil marca el camino de regreso a casa para las almas que partieron.
Es el Día de Muertos: esa celebración donde el recuerdo se viste de colores, donde el dolor se transforma en música, y donde los se fueron cruzan por un día el Mictlán para sentarse de nuevo a la mesa con los suyos.
Y aquí, en el corazón de Bruselas, también florece esa tradición. Desde hace siete anos, las calles del barrio de Marolles se llenan de color, de papel picado, de música y de calaveras.
La comunidad mexicana —y quienes la acompañamos— encendemos velas, compartimos historias y transformamos esta ciudad gris en un pequeño rincón de México por unos días. Porque el Día de Muertos no conoce fronteras. Cruza océanos, idiomas y estaciones.
Inspirado en la tradición mexicana, su versión bruselense se ha convertido en un festival híbrido y alegre, fruto de la colaboración entre el colectivo de artistas Tas Dos, los habitantes del barrio y un público amplio que se une a la celebración.
La séptima edición del Día de Muertos de Marolles se celebrará del 27 de octubre al 1 de noviembre. Para conocer todos los detalles del evento, en el último programa hablamos con Isra Alonso, uno de los fundadores.
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