El pasado 16 de noviembre, la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Rumanía hacía al país cambiar de color por primera vez desde 1989. Klaus Iohannis, del Partido Nacional Liberal, luterano y perteneciente a la minoría alemana, es desde entonces el presidente de un país que conserva en su puesto de primer ministro al socialista Victor Ponta. El vuelco electoral no ha sido fácil; veinticinco años han pasado desde la caída del régimen comunista de Ceaucescu, pero apenas siete desde la entrada del país en la UE. Con una población de veinte millones de habitantes, de los que casi cuatro viven en el exterior; con un partido socialdemócrata acuciado por la corrupción y con un crecimiento del PIB anual del 3,5%, Rumanía parece preparada para afrontar este cambio democrático. ¿Cuáles serán las consecuencias? Camil Ungureanu, ciudadano rumano y profesor de Filosofía política en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, nos da algunas claves.
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