IRENE QUINTELA/CARLOS TEJERA
«Trabajar para mi país desde el exterior ha sido un privilegio». María González Encinar (Monforte, 1951), sonriente y satisfecha, no oculta sin embargo la melancolía que le produce dejar un puesto en el que se ha implicado con pasión en los últimos cuatro años: la dirección del Instituto Cervantes de Bruselas. Desde el 2010, esta profesora de Geografía de la Universidad Complutense de Madrid ha llevado las riendas de una institución que se ha erigido en un referente de la cultura y la lengua hispanas en la capital europea, pero su experiencia comenzó en el 2005: «Llegué como Consejera de Educación a la Embajada bilateral y luego fui nombrada directora del Cervantes —cuenta—. El balance de esta década ha sido absolutamente positivo». Además de la gratificación laboral, González Encinar destaca la oportunidad que le ha brindado la ciudad de conocer más de cerca Europa, así como la importancia de su exitencia. «Europa tiene que ser más y España tiene que ser más dentro de Europa», dice. Pero la visión que los expatriados españoles tienen, tenemos, de Bruselas está marcada por la huella que la emigración, primero, y la entrada de España en la Unión Europea, después, dejaron en la ciudad. «Las dos vertientes que tiene la comunidad española en Bruselas, la de los emigrantes que vinieron en los 60, cuyos hijos ya se han integrado formando en muchos casos familias mixtas, y la de los funcionarios que se han incorporado a partir del año 86, hacen muy fácil trabajar con ellos y para ellos desde aquí», añade.
En cuanto a la labor desempeñada en el Instituto Cervantes desde el 2010, María González señala los dos objetivos con los que asumió el cargo: la promoción del idioma a través de los cursos de español y la difusión de la cultura hecha en español. «En el ámbito de la enseñanza hemos conseguido un contrato marco con la Comisión Europea para ser responsables de la docencia del español a todos los funcionarios europeos que deseen aprenderlo, a pesar de que los competidores eran muy fuertes. Durante los cuatro años de vigencia que tiene el contrato daremos clase de español a unos seis mil funcionarios europeos; esto hace que los profesores del Instituto Cervantes sean altamente valorados allí donde van por su actividad docente». En el ámbito cultural, hacer un listado de los hitos que se han producido en la institución como expresión de la cultura en español es ardua tarea, afirma la directora, que apunta al centro Cervantes de Bruselas como la casa común de todas las expresiones artísticas de América Latina, gracias también a que en la capital europea hay representación diplomática de todos los países hispanoamericanos.
La entrevista es breve. Es hora de despedidas y el tiempo apremia. La directora, que volverá a ser profesora a partir del mes de diciembre, vuelve a sonreír amable y agradece nuestra presencia. «Trabajar desde fuera para España es una experiencia que debería vivir mucha gente. Muchos no la conocerán nunca porque no salen, y una gran parte de los que salen lo hacen para buscarse la vida obligados, son los nuevos expatriados, y no tienen la oportunidad de verlo como yo lo veo». Los que nos quedamos, preparándonos para enfrentar un nuevo invierno bruselense, sabemos de qué nos habla, y aunque el tiempo fuera esté lluvioso y desapacible, la capital europea puede ser un buen refugio para muchos desabrigados, pero también para otros que, teniendo su vida solucionada, no dudan en salir y trabajar, de otra forma, para los suyos.
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