Pocos artistas han representado tan bien a Bruselas como Jacques Brel. Este mito de la chanson francesa nació en Schaerbeek en 1929 y pese a que la mayor parte de sus años de gloria los pasó en Francia, siempre llevó la capital belga en el corazón. De hecho, sus primeros conciertos no los dio en los prestigiosos clubes de París, sino en l’Ancienne Belgique, donde el público empezó a enamorarse de él por sus letras brillantes y sus gestos cargados de sentimiento.
Desde su muerte, en 1978, su cuerpo reposa en el cementerio de Atuona, en la Polinesia Francesa. Ahí le acompaña otro personaje ilustre: Paul Gauguin. Pero por muy lejos que esté su tumba, una parte de Jacques Brel sigue viviendo en Bruselas. Lo hace en la Fundación Brel, que desde hace años se encarga de difundir la obra del cantante en Bélgica y en el mundo.
Para saber más sobre este lugar nos acompaña, al otro lado de la línea, Nyota Paulis, responsable de exposiciones y actividades de la Fundación.
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